martes, 31 de mayo de 2011

Acontecer Onírico - IV

Permanencia
Cuando el autobús vira, Justina entra en resonancia. Es esa clase de inercia que es difícil de sacudir y que hace que su mente se enrede en frases incompletas y vericuetos extravagantes. Dormita entre estación y estación y el mundo, a su alrededor, se diluye entre sus ojos cansados y su conciencia intranquila. Minutos después, despertará en la parada incorrecta como una hecatombe, hecha una ruina. Tal vez se podrá de mal humor, tal vez suspirará y levantará los hombros con abandono; o puede que incluso tropiece con alguien mientras, desesperada, intenta salir de la estación. De cualquier forma, llegará tarde al trabajo.  

jueves, 28 de abril de 2011

Acontecer onírico - III

Levedad
Augusto entra en monotonía al despuntar el atardecer; aburrirse es adormecedor, según el diccionario. Pasea de un lado a otro por el espacio circunspecto del departamento, ordena su colección de mal humor y se da por vencido. Pronto, se sienta en el sofá, junto a Winston Churchill, y mira infomerciales y malas noticias el resto de la noche.

lunes, 25 de abril de 2011

Acontecer onírico - II

Consistencia
Por lo general, hay algo que parece completamente torcido, roto o fuera de lugar. Anti-grávido. Algunas veces, Justina se detiene a tratar de encontrarlo. El sueño se desliza lentamente y remonta a ratos; sin inicio, sin final. Jamás puede sentir el suelo bajo sus pies.

sábado, 23 de abril de 2011

Acontecer onírico - I

Ingravidez
Augusto toma pastillas para dormir. Sus sueños son en blanco y negro.  

domingo, 13 de marzo de 2011

...Y Bechamel

Era una catástrofe. Con un poco de suerte, fallarían las bajas esa noche. Que no los comensales descontentos.

La Varenne se frotó los ojos y suspiró con abandono. Detrás de sus párpados, bajo las luces acusicas de la cocina, arriba y abajo, todo era blanco. Incluso la salsa bechamel. El azafrán, la pimienta y otras especias altisonantes, parecían mirarlo con reprobación desde el fondo del estante.

Todo él y su censurable carrera en la cocina, se habían convertido, entonces, en un terrible accidente culinario.

Afligido, removió la mahonesa, blancuzca y descontenta como él mismo. Salpicó perversamente una obertura descompuesta de perejil y perifollo; y acuchilló a un par de champiñones que lucían particularmente contentos.

Se llevó una cucharada a la boca desganadamente y, de imprevisto, sonrió. La guillotina imaginaria Luis XIV, que parecía haberse colgado al cuello aquella noche, se retiraba contrariada hacia algún rincón apartado de su mente.

martes, 1 de marzo de 2011

Raíces

Epígrafe.
Está sentado junto a la fuente, en flor de loto. Es el primo del Dalái Lama y tal vez, en otros tiempo, fue vendedor espiritual de boletos de abordaje.

viernes, 18 de febrero de 2011

Contrapunto


Nadie parecía darse cuenta.

Incluso las luces del tráfico habían decidido que, por ahora, era más importante sostener el aliento, cerrar los ojos y esperar.

El microcosmos a su alrededor, se había detenido inexorablemente y los murmullos ahogados de todo el mundo comenzaban a acercarse y a llenarlo todo de un frenesí inquietante que antes no estaba ahí.


Era el tono de las llamadas urgentes, que saturaban las líneas telefónicas en cacofonía; o tal vez, los sollozos que llegaban demasiado tarde y la gente que se arremolinaba en contornos inconexos en la periferia. Era, tal vez, el ruido de la ciudad detenido en el fondo, por un instante efímero, atrapado en el grito disonante que profería la garganta de alguien más.

Era todo eso y, al mismo tiempo, era una nulidad incierta. Ausente.


Cientos de miradas consternadas que se desbordarían de un segundo a otro, ahora que él había olvidado del todo, lo que significaba estar ahí.

Nadie parecía darse cuenta; pero de pronto, había decidido qué era lo que quería ser cuando fuera grande.